CIELO AZTECA
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Vuelo que surca los cielos en comunión con natura, con sus colores y su canto embellecen el cielo azteca, esas aves que han representado a los espíritus del aire y de la vida. Esas aves mensajeras de los dioses. Como el Dios del Sol y la Guerra, el Dios Huitzilopochtli o el Dios Colibrí. Pequeña ave capaz de volar en todas las direcciones, hábil para quedar suspendida en el aire, diestra en desplazarse hacia atrás e incluso experta para volar de cabeza. Existen alrededor de 300 especies en el mundo, de las cuales, México tiene 57 de ellas. Para encontrarlas puede ser tan fácil como el Huitzil, basta con buscar en el fondo del propio corazón para descubrir la maravilla del sentido de la vida.
Otra ave en nuestra cultura mexicana es el águila real o águila dorada símbolo de fuerza, inteligencia y valentía. Conquistadora de las alturas; puede acercarse y mirar fijamente al sol; en total plenitud extiende sus alas en la profundidad del aire para formar la cruz cósmica representando el equilibrio entre el cielo y la tierra. Orgullo mexica, el águila dorada, no sólo brilla por el reflejo del sol en su plumaje, también por ser símbolo nacional nos hace estremecer al escuchar el Himno Nacional, como al verla ondear en nuestro lábaro patrio. Protagonistas de nuestra historia, aves de luz y majestuosidad, el Hultzil y el Águila Dorada, llenan de orgullo el corazón de los mexicanos.
Así como el arte contemporáneo del michoacano Jorge Marín, quién ha moldeado esculturas de seres alados, elaborados con el metal mestizo, el bronce. Metal representativo de los mexicanos, de la “Raza de Bronce”, como se nos llama. En su libro “Bronce en Plenitud”, Jorge Marín (2016) expresa: “He tenido las inquietudes de la mayoría de los seres humanos, que son el deseo de volar, de perfección, de equilibrio en la vida”. Es a través de sus obras como vemos la proyección de sus anhelos, figuras humanas estéticas portando una máscara que viste la expresión sublime de los ojos cubriendo la nariz cual pico alargado de las aves. Próximos a la sabiduría del cielo, extienden sus alas y elevan su alma dentro del cuerpo, entonces se emprende el vuelo, la plenitud del aire llena de libertad la existencia misma, tan cercana a la divinidad, la danza de la vida refleja en sí la perfección.
Pequeñas, migratorias, reales o sublimes, todas ellas: engalanan el cielo azteca, fortalecen nuestras raíces y alimentan de libertad nuestra esperanza.