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LA SEDUCCIÓN DE LO EFÍMERO



El deseo por lo novedoso, por intensificar el presente, o por compensar las frustraciones, ha acentuado la aparente urgencia que algunas personas tienen por expresarse de manera desmedida en las redes sociales. Son personas que consideran apremiante marcar su individualidad, liberar su yo y externar sus diferencias, su independencia y su autonomía. Suponen que esa desmedida expresión las llevan a una realización personal, pues de manera equivoca la cimentan en lo que los otros piensan de ellos y no en su verdadera valía personal.


Esas personas se han vuelto adictas a aproximarse a la vida del otro invadiendo su privacidad. Esa privacidad condicionada por el aquí y el ahora; por el placer y el bienestar que les exige el ego desbordado y la falsa aceptación de un “like”. La trampa del ego termina acechando a su ser y a su bienestar al buscar el éxito, o la obtención del dinero fácil y rápido. Lo evidente es que llegan a la frustración por no alcanzar cierto estatus social ni riqueza a temprana edad, o por no tener la admiración y aceptación de determinado grupo social.


El filósofo francés Gilles Lipovetsky, en su libro “La Era del Vacío” (1983), ya describía el híper individualismo, situación que se ha agudizado conforme avanzan el hiper consumismo, la sociedad de masas y la competencia en los mercados. La descripción resalta características, tales como hombres ensimismados en su microcosmos, egoístas, controladores, instalados en la apatía, y entre otros, el ser ellos mismos la preocupación central. En las personas híper individualistas, impera la necesidad de mostrar lo que les hace diferentes y superiores al otro, a ese otro que les espejea y que les refleja el nivel de narcisismo con el que llevan la vida.


La obsesión desmedida del Yo, hace luchar a algunas personas, por permanecer jóvenes y saludables, por alargar el tiempo, sin embargo, les acecha el temor a morir. En consecuencia caen en la seducción del hiper consumismo, ese que les cautiva e ilusiona y les hace creer en la eterna juventud. Suponen que el desmedido consumismo les da prestigio, distinción y confort. Creen que esa seducción alarga sus días y les da más vida. Admiten que el consumismo promueve su felicidad, el bienestar físico, emotivo y espiritual. Ese afán de consumir, les alimenta su deseo por ganar y por llegar en menos tiempo a una aparente calidad de vida. Sin embargo, es el placer de lo efímero, pues la hierba que hoy está fresca, mañana se seca. Y sin darse cuenta, su ambición, su impaciencia, su intolerancia y su infelicidad consumen con gran rapidez sus días. Lo indiscutible es que el narcisismo alimenta en las personas el desprecio que sienten por sí mismas en el fondo saben que son seres apáticos, egoístas, codiciosos y cobardes. Son personas que niegan su pasado y a la vez son incapaces de reconocer el vacío que han ido cavando en sus entrañas, esto es, su pobreza humana.


Seducidas por lo absurdo hay personas que giran en torno a la distinción que la cultura consumista les marca y les idealiza, pero sin comprender canalizan sus pasiones en lo efímero, en lo superficial, en la apariencia, viven hacia afuera; temen enfrentarse a la aventura de reinventarse para auto superarse y para marcar senderos que realmente les de propósitos para una vida digna.


Ojalá que las personas comprendan que la verdadera libertad es aquella que emana de su propia voluntad para cuestionarse si en realidad necesitan o desean tal producto, droga o servicio. Y que lo adquieran porque ellas lo deciden y no porque son manipuladas por otras personas o porque sucumben a la alienación publicitaria. Quizá cuando se cuestionen el seguir en ambientes elitistas, manipuladores, hipócritas o materialmente efímeros, den sentido a su vida. Quizá competir para ser aceptado socialmente ya no les importe, quizá dejen a un lado la seducción de lo efímero, para sentir el verdadero valor del para qué de su vida. Quizás entonces atesoren cada partícula de oxígeno que entre en sus cuerpos y sabiamente dejen de temerle a la más grande verdad de la vida: la muerte.



Lipovetsky, G. (1983). La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Barcelona: Anagrama.








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© 2025 por María del Consuelo Lozano Moreno

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