LA SONRISA DE LA LUNA
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Salgo, miro al sol y le doy las gracias por dejarme ver el rostro de mis seres queridos, por la oportunidad de vivir el día que me espera; por el brillo de sus rayos y por la alegría que me provoca saber de aquellos que a la distancia con sus mensajes manifiestan su presencia.
Llegué a este amanecer, porque el parpadear de las estrellas de la noche me hizo agradecer el día transcurrido, porque la serenidad de la luz de la luna me hizo ver que no son las situaciones vividas, sino las interpretaciones que hacemos, lo que nos lleva a la transformación y a retomar el engranaje de la vida. Porque la costumbre nos hizo naturalizar la rapidez, lo fugaz y lo superficial. Para Nietzsche “debía haber caos en nosotros para dar pie a una estrella danzante”, para darnos cuenta de que la vida es un constante desapego, para desafiar nuestros egos, esos que se resisten a reconocer lo que en realidad da valía a la propia existencia. La sabiduría de la naturaleza, del cosmos, del destino o la divinidad, nos recordó que somos tan efímeros y fugaces como la luz de las estrellas danzantes. Y que aún sin querer entender o responsabilizarnos por lo que le hemos hecho a la tierra, ésta, una vez abatida, nos llevó al encierro, al resguardo en nuestros hogares, a vivir de golpe nuestra sombra, tan difícil de vernos y aceptarnos. Ya José Mujica lo había expresado como: Nos condena la soledad de adentro. Tememos encontrarnos con nosotros mismos y ver que ese silencio evidencia la mentira de lo que fingimos ser, porque estamos ensordecidos por el ruido ambiental, cautivados por el cebo del consumismo, de la materialidad y permitimos que el mercado nos cegara omitiendo nuestra esencia.
Ahora parece que la lección nos hace desaprender estos falsos yo, para reaprender y disfrutar del recorrido dando sentido a lo aprendido, entendiendo nuestros límites y reinventándonos cada microsegundo, para abrigar nuevas esperanzas al ver en nosotros, con humildad y gratitud lo mejor de los otros, complementándonos. Quizás así miremos hacia nuestro interior y recordemos que no estamos solos ni vacíos. Estamos llenos de nosotros mismos, el problema será que las confusiones del temor nos hagan llenar ese vacío con sufrimiento.
Confiemos en que el infortunio de la historia presente será transitorio, acompañémonos desde el corazón, y con fe y confianza junto a las estrellas de esperanza veamos los destellos de paz de la sonrisa de la luna.